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domingo, 19 de enero de 2014

La carrera más loca: San Silvestre-PreJoya Zafrillera.

Durante mis 9 años de afición al running he participado en muchas carreras, pero la carrera que corrimos unos cuantos locos el dia 4 de Enero no la olvidaremos ninguno jamás.

A lo largo de los más de 15000 km que mis piernas llevan encima, uno ha hecho locuras de todo tipo. Los aficionados al running difícilmente nos echamos atrás a la hora de correr cuando nos toca salir a trotar, hacer progresivos, series o lo que se tercie. Si miramos al cielo es sólo por el simple interés de saber qué indumentaria nos tenemos que poner. Si mallas largas o cortas, si camiseta de tirantes o de manga larga, si cortavientos, guantes, braga, gorrito y cosas así. Pero difícilmente la meteorología es causa de suspensión de algún entrenamiento, sobre todo si estás a pocas semanas de una competición. Y puedo asegurar que ha habido días que me han caído chuzos de punta corriendo.

 Pero el día 4 de Enero en Zafrilla no era un día normal, ni tan siquiera malo. Había comenzado a caer agua nieve desde por la mañana, el viento iba en aumento y sobre las 5 de la tarde la temperatura ya rozaba los cero grados, y antes de que nos diéramos cuenta la nieve empezó a cuajar.

La historia de esta loca carrera es la siguiente: Durante las fiestas patronales de Zafrilla en san Agustín, en el mes de agosto, se celebra tradicionalmente una carrera popular denominada La Joya en la que habitualmente participan varios aguerridos muchachos del pueblo o de localidades cercanas, que se disputan la victoria sobre un trazado de sólo 1400 m. La salida está situada en la carretera de Cañete, unos 150 m más allá de  un pequeño arroyo que cruza bajo la carretera, y que está marcada por un par de pinos. La llegada es en la misma entrada del pueblo, donde el alcalde y las autoridades esperan la llegada de los sufridos competidores, que llegan habitualmente exhaustos a la meta, ya que el primero suele bajar de 5'. A su llegada se despliega la bandera española y la de Zafrilla, que todos los corredores besan cuando llegan. Es un momento de gran emoción para todos, sobre todo para el vencedor que se va arropado por la muchedumbre y  acompañado de una banda que toca el himno español y otras piezas populares. Yo nunca la he corrido y confieso que me emocionó.

 El trazado es en su comienzo ligeramente cuesta abajo, para luego picar continuamente cuesta arriba, con la cuesta más dura de unos 100 m justo al final, lo que los lugareños llaman "los tornajos", que es donde habitualmente se decide la carrera pues es donde se produce el hachazo final (si te queda algo de fuelle).

Bien, esta carrera en los últimos años ha venido a menos, con cada vez más escasa participación, hasta quedar reducida a un grupo de niños en su última edición, lo que ha hecho que pierda mucho interés.

César, primo de Goyo, ganador en una ocasión de la misma (que yo tuve la ocasión de presenciar), se empeñó en relanzar nuevamente la Joya y darle la importancia de años pasados y para ello se le ocurrió organizar el 4 de Enero una Prejoya-San Silvestre zafrillera, que sirviera de estímulo para la auténtica Joya del día 29 de Agosto. Para ello se trajo de Barcelona varios amigos del pueblo, y lo organizó todo minuciosamente, incluso preparando trofeos para el vencedor y el subcampeón..

Evidentemente, Goyo y yo mismo nos apuntamos desde el primer momento a la carrera, contribuyendo así a aumentar la participación, aunque lo nuestro no son precisamente las distancias cortas.

Pero el día 4 de Enero comenzaron a pintar bastos, y ya desde primera hora de la mañana comenzó a llover de forma continua. Sobre mediodía comenzó a caer aguanieve. El viento era infernal. Decidimos ir a casa de César para ver si seguía con la loca idea de correr y así fue. Los muchachos venidos de Barcelona se marchaban a la mañana siguiente y había que correr sí o sí.

 La tarde caía y empezó a caer la noche, y un manto blanco que provenía del norte, justo de la zona de la Veredilla y de la Umbría del Oso, comenzó a depositarse en el pueblo. Sobre las 17h30' se cubrió todo de blanco como en un abrir y cerrar de ojos y la noche se nos echó rápidamente encima. "Mejor, así nos ve menos gente", replicó César cuando conversábamos con él sobre si sería mejor suspender la carrera y dejarla para otro día. De todas formas, con lo que estaba cayendo, aunque hubiéramos corrido a las 4 de la tarde no hubiera venido ni el tato a vernos.

Una vez que la decisión estaba tomada, volvimos a casa de Goyo para ponernos la indumentaria de la carrera. Evidentemente mallas largas, gorro para las orejas, guantes, braga y de calcetines tobilleros nada de nada. Calcetín de lana, aunque costara trabajo meter el pie dentro de la zapatilla.

Cuando terminamos de vestirnos casi era de noche y caía lo más grande. Copos como el puño acompañados de rachas de viento de más de 60 km/h, que hacían que la temperatura pasara de los poco menos de 0 grados a unos -15ºC, lo que no está nada mal.

Pero lo mejor de todo fue que los niños también se animaron a correr, así que mis sobrinos Carlos y Jorge y mi hijo David se sumaron a la carrera, aunque ellos lo hicieron con botas de campo y abrigos (tonterías las justas). Pero lo importante era participar, estábamos haciendo historia. Era la primera vez que se celebraba esa carrera en el pueblo y quizá sentando un precedente para años venideros.

Las mujeres se montaron en el coche con los niños y los llevaron al punto de salida lo que nos vino bien porque las rodadas del mismo nos sirvieron para evitar pisar la resbaladiza nieve que cubría la carretera. Los mayores fuimos trotando hasta la salida para intentar entrar en calor, algo que en mi caso nunca conseguí por lo corto del trayecto.

Una vez nos reunimos todos en el punto de salida se hicieron las fotos de rigor para inmortalizar el evento y con un golpe de bocina se dio por comenzada la carrera. Al comenzar a correr en dirección al pueblo en contra del viento, los copos de nieve parecían agujas que se te clavaban en la cara.Apenas podías ver nada y sólo tratabas de no caerte más que en seguir una estrategia. El ritmo fue lento, sobre 4' 40", obligado por la ventisca de nieve, lo que hizo que fuéramos prácticamente en grupo hasta los 400 m finales donde un ataque de Jordi, uno de los chicos amigos de César, hizo imposible darle caza. Una vez acabamos, volví atrás para acompañar a los niños que habían quedado un poco por detrás, pero que acabaron la carrera como los auténticos héroes del día. Realmente me recordó a la secuencia de Carros de Fuego. Las caras de frío y sufrimiento eran patentes en todos nosotros, pero estábamos felices por haber hecho historia en el pueblo.

En cuanto terminamos,continuamos trotando hacia el bar de Mercedes, donde yo llegué con mucho dolor en manos y pies, claros síntomas de inicio de congelación. Pero una vez allí, nos reconfortamos con una bebida caliente y rápidamente nos recuperamos, todos con la satisfacción de haber hecho algo inolvidable en nuestras vidas y que recordaremos siempre.

Luego se procedió a la entrega de trofeos, y recibí con inmenso honor, el trofeo de subcampeón de la I San Silvestre Zafrillera (preJoya). Este trofeo ocupará el sitio más especial en mi vitrina.. Estará junto a otros que conmemoran eventos tan importantes como La Maratón de Madrid, de Valencia, etc, pero tiene un significado especial para mí.

Creo que César ha cubierto con creces los objetivos puestos en esta carrera, y que su esfuerzo ha merecido la pena.

Como decían los nativos del pueblo, tenía que ganar un zafrillero, y así fue. Pero yo hace tiempo que me siento uno de ellos.

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