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lunes, 3 de agosto de 2015

Adiós a un buen hombre curtido por el frío.

Esta mañana me he levantado con una noticia muy amarga. Desde Rute me llegaba el rumor de que una persona de Zafrilla había decidido poner fin a su duro viaje por este mundo. Llegaban noticias de que era una persona muy conocida por los que amamos el pueblo, pastor de ovejas para más señas. Directamente mi pensamiento se me fue a una persona, pero antes de nada me puse en contacto con Goyo para que me confirmara la noticia, esperando que solo fuera una estúpida broma.
 
Pero desgraciadamente mis peores presagios se confirmaron. Me dijo que se aún no se lo podía creer y que apenas había pegado ojo en toda la noche. Era Martín.



 
Conocía a Martín desde la primera vez que visité el pueblo, hace ya casi 15 años. Siempre teníamos interesantes tertulias durante mis visitas al pueblo. Recuerdo su cara pletórica, con unas chapetas muy coloradas, como todos los que viven habitualmente en Zafrilla, un rostro curtido por el trabajo, por el frío helador. Se notaba el desgaste físico que el duro clima y el duro trabajo habían infligido en su rostro.

Mi última visita al pueblo, esta Semana Santa, recuerdo que Goyo y yo fuimos trotando a recoger el sensor de la Fuente del Tejo. Al volver pasamos por la puerta de su casa y allí estaba él, como siempre, trabajando, al pie del cañón. Nos preguntó de dónde veníamos y tras explicárselo nos miró con cara extrañada pensando que estábamos un poco locos.

Aunque era ya un poco tarde y nos esperaban para almorzar comenzó una larga conversación que realmente me impactó. Fue una media hora que nunca olvidaré, en un alarde de sinceridad nos confesó su punto de vista sobre lo que había sido y era actualmente la vida en el pueblo. Yo comenté hace unos meses la dureza de la vida allí, pero en esa media hora lo viví directamente contado por él, alguien que no había conocido otra vida que la de ser un pastor de ovejas en un pequeño pueblo.

Nos habló de la ausencia de expectativas de los chicos de allí, de que poco a poco el pueblo quedaría reducido a un simple enclave donde en vacaciones vendrían a pasar algunos días de relax, los cazadores a cazar alguna pieza y poco más. Nos habló de la dureza de tener una cabaña de ovejas, donde se subsistía solo a base de las ayudas que el gobierno daba, pues aquello era deficitario y apenas daba para vivir dignamente.

Nosotros visitamos el pueblo en fiestas, en vacaciones, vamos unos días a desconectar y poco más, pero no pensamos en la tremenda dureza que supone vivir allí. Recuerdo que nos decía que las ovejas eran animales un poco tontos, y que al contrario que las cabras, que las puedes dejar sueltas por el monte sin problemas como hace Darío, no puedes hacer lo mismo con las ovejas, siempre necesitan un pastor y unos perros que cuiden de ellas. Nos decía que esta actividad allí era totalmente deficitaria, pues se gastaba más en piensos y en veterinarios que lo que sacaba de las ovejas.

Aprendí más de la vida durante las charlas que mantuve con él en el bar de Mercedes, en la plaza del pueblo o junto a sus ovejas que de muchos libros.

Recuerdo las últimas navidades. la noche de Reyes, noche que nunca olvidaré porque Antonio me ofreció ser el Rey Baltasar, a lo que accedí sin dudarlo y que fue un auténtico honor para mí, di los regalos a sus hijos. Él parecía tan feliz...

No sabía que tenía problemas de depresión y que había rechazado la ayuda médica. He tratado a muchos pacientes en la UCI que no consumaron lo que él sí hizo, y con la ayuda adecuada podría haber visto la vida de otra forma. Para él ya es demasiado tarde.

Solo espero que allá donde se encuentre hayan desaparecido todos sus problemas, que haya encontrado la felicidad que nunca encontró en vida, y a buen seguro que San Agustín velará por él y por su esposa y sus hijos, que tienen una durísima vida por delante.

Descanse en paz.

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