

Hay pocas cosas tan reconfortantes como charlar con la gente del pueblo, la mayoría muy mayor, que te hacen ver la vida desde otro prisma totalmente distinto.

Como siempre, los días comenzaban tras un buen desayuno con excursiones a distintas zonas aledañas al pueblo, ya lloviera, nevara o hiciera frío (que por cierto no hizo demasiado). Montarte en el viejo Land Rover, que ahí sigue perenne año tras año funcionando como el primer día, y salir a recorrer los caminos era labor diaria. Unos de los días fuimos hasta la fuente del Tornajillo y comenzamos a hacer trekking por un estrecho arroyo (de las Hoyuelas) que mi sobrino Jorge ya había visitado, aunque no era el día mejor para ello. Los vientos eran racheados y con ráfagas que no me quedo corto si digo que rozaban los 100 km/h en algunos momentos, pues eran capaz incluso de arrastrarte. Con una temperatrura de unos 2 grados, lluvia fina y una sensación térmica de muchos grados por debajo de cero, nos enfrentamos a unas condiciones extremas, pero fue una bonita experiencia.
Hay que decir que todos entrábamos en calor al llegar a casa de Goyo y ponernos junto a la magnífica chimenea que nunca dejaba de funcionar.
La nieve hizo su aparición el día 4, día de la carrera que ya comenté en otra entrada, y el día 5 comenzó a derretirse la nieve en el pueblo, así que aprovechamos para subir a cotas más altas para que los niños disfrutaran con los trineos. No hizo falta ir muy lejos, pues en el Collado del Mojón, en la cota 1650 m, había suficiente cantidad de nieve para disfrutar haciendo un gran muñeco y lanzarse con los trineos ladera abajo. Ya hablaré un poquito más de ese lugar en posteriores entradas.

Por supuesto no podía faltar una visita a las cabras del tío Darío, que ahora tienen muchos chivitos. Era curioso ver cómo al atardecer volvían solas de quién sabe dónde para recogerse en el establo y dar de mamar a sus crías. Tampoco faltaron los conejitos blancos como la nieve o los gatos, acostumbrados a las caricias de los pequeños. O el paseo a caballo por los alrededores del pueblo. Currito se encargó de pasear a los pequeños, algo que ya ha hecho muchas veces.
Las visitas a la Fuente del tio Peseto eran frecuentes, porque además todos saben que su agua es milagrosa y quema la grasa que uno se zampa.
El día de Reyes parecía sacado de una pelicula de Berlanga. Ver llegar a Sus Majestades en un remolque de tractor ya fue genial y te trasladaba a tiempos muy remotos. Tras una rápida vuelta al pueblo lanzando caramelos para los pocos niños que seguían la cabalgata, todos se reunieron en el salón de actos del ayuntamiento y se comenzaron a entregar regalos. No solo los niños recibían sus obsequios, también los mayores tenían el suyo, incluidos los ancianos. Pero lo mejor era ver comer a los abuelos los roscones de Reyes que se repartieron al final, junto con chocolate calentito, todo costeado por el consistorio. Se metían entre pecho y espalda unos pedazos descomunales, incluso repetían, sin pensar en su azúcar o tonterías de ese tipo. Al fin y al cabo, nunca se sabe si el año que viene lo podrán repetir.

Subo algunas imágenes representativas de esos días, junto con un par de videos del día del tremendo viento y del día de la nevada disfrutando en el Collado del Mojón con los niños y los trineos, por cierto, sin olvidarnos del fiel perro Loby, que es un animal excepcional e incansable, y que se apuntaba a todas las excursiones y que adora a los niños.
Son muchos los pequeños detalles que se me habrán quedado en el tintero, pero creo que a grandes rasgos he conseguido plasmar lo más fielmente posible los 6 inolvidables días que pasamos en Zafrilla y que no olvidaremos jamás.
Ya contamos los días que faltan para nuestra próxima visita, y esperamos que no sean demasiados.
Qué grande la vida en los pueblos, su tranquilidad y su paz. Qué gran placer poder vivir despreocupado del reloj y el tiempo. Experiencias así son muy recomendables para no perder el norte, y evitar que la ciudad y su ritmo te acaben atrapando. Entrañabale artículo.
ResponderEliminarNos alegra que hayan sido unas navidades entrañabales, y deseamos que vuelvan a repetirse tan pronto como sea posible.
Han sido realmente unos días desintoxicadores. Cuando estás allí , vuelves atrás en el tiempo muchos años. La vida es muy diferente a como la vivimos habitualmente, todo transcurre a un ritmo pausado, no hay prisas. Desconectas del mundo, ni TV, ni radio. Este año haremos todo lo posible por volver en Navidad.
ResponderEliminarNo podemos estar más de acuerdo contigo.
ResponderEliminarEn Navidad 2014 no nos cabe la menor duda que volveréis a Zafrilla.